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miércoles, 4 de agosto de 2010

Lencería francesa con recuerdos apasionados

Hacía mucho tiempo que no utilizaba la lencería francesa que guardaba en el tercer cajón de la cómoda. Prácticamente toda esa lencería era de Lou Paris, adquirida en diversas tiendas de Madrid. De aquella le parecía un gasto útil, un detalle que los ojos de él agradecerían antes de quitarle esa lencería en la cama o en la mesa de la cocina. Ahora, mientras recordaba todos aquellos momentos, se daba cuenta de que a él le importaba una mieda la lencería, lo único que quería era follar.

Se acordaba de su última compra, un bustier rojo que ni siquiera había estrenado. Tenía pensado lucirlo la noche que cumplía veintiún años, pero entonces fue testigo de como su Romeo disfrutaba de los besos de otra mujer en aquel bar en el que celebraban el décimo aniversario de las empresas Fabiole. Aquella noche despertó de su perfecto sueño para adentrarse en el doloroso mundo real.

martes, 9 de febrero de 2010

Otra mujer más dejándose seducir en aquel bar

Otra noche más en aquel bar bebiendo tequila mientras contemplaba a hombres casados seducir a jóvenes muy ingenuas. ¿Acaso esas mujeres pensaban que conocerían al hombre de sus vidas en aquel maldito antro? ¿Qué aquel "amor" dudaría siempre? Lo peor de todo era el sentirse identificada con ellas.
Un día, hacía tan solo unos meses, ella también conoció en ese bar al que durante mucho tiempo había creído que sería el padre de sus futuros hijos... ¡Ella si que era ingenua! A estas alturas de la vida empezaba a comprender que no era ni la primera ni la última víctima que se dejaba seducir por aquel prototipo de hombre.
Otra noche más sería testigo de como otra mujer cometía el mismo error, como la noche en la que ella, tiempo atrás, había decidido entrar en aquella habitación y disfrutar del placer que le ofrecía aquel hombre entre sus sábanas de color rojo pasión. La diferencia es que en esta ocasión ella ya no era la víctima, era una simple observadora.

sábado, 12 de diciembre de 2009

Otro día más llorando por él

Allí estaba otra tarde más, sentada en aquel banco que doblaba la calle, justo delante de aquel edificio color platino. Era el dolor y la rabia lo que provocaban que terminase sentada en aquel banco por tercer día consecutivo. Tenía los ojos rojos y se le había corrido el rímel de tanto llorar. Se odiaba a sí misma por ser tan frágil, por permitir que la humillasen de aquella forma y, sobre todo, por amar a una persona que le había roto el corazón. En los últimos días al levantarse se sentía decidida a ir a ese edificio y timbrar en el cuarto derecha para dejarle las cosas claras a ese indeseable, pero una vez que llegaba a ese calle los recuerdos la acorralaban y terminaba en aquel odioso banco donde se pasaba el tiempo llorando. Le dolía tanto pensar que mientras ella estaba en aquel banco sentada muriéndose de dolor, otra mujer estaría saboreando el placer que él le ofrecía entre sus sábanas de seda... Aún se acordaba de aquellas sábanas entre las que había disfrutado en tantas ocasiones, entre las que había saboreado el poder de la lujuria y entre las que tantas veces había dicho “te quiero”. Sentía por él amor y odio, todo al unísono. Y por tercer día esperó hasta que llegó la noche para volver a su casa donde permanecería hasta que, al día siguiente, encontrase la fuerza necesaria para volver a aquella calle otra vez.